
Anoche, la noche era fría, fría como aquellas, con una neblina que de apoco lo abarcaba todo, las luces semi-difusas, la acera húmeda de lluvia.... y la música que desde hace un tiempo me acompaña en mis largas caminatas (debe haber sido algo así como "la milonga del trovador" o "melodía de arrabal" en la voz de un sublime Calamaro). Y bueno, me puse a pensar en el blog, en lo que me gustaba escribir y la falta que me hacía... en que sin faltarme ganas, el tiempo se me ha hecho esquivo. Entre la tesis, las clases (sobre todo prepararlas), el baile (al que he vuelto definitivamente), los amigos y su viajecito interior de vez en cuando, como que poco tiempo queda. Y ojo que quedan cosas que he ido postergando, como prepararme para la foulée de Vincennes de este año, en la que quiero participar.
En fin, el asunto es que más allá de la escasez de tiempo, las noches frías seguirán existiendo, los árboles reflexivamente otoñales me seguirán llamando a la arborescencia, y yo... yo ante eso no me puedo resistir. Y es que la verdad no me gustaría para nada que este lugar se fuese al baúl de los no-recuerdos, pues no conozco ni el camino de ida, ni el de vuelta, ni sabría reconocer en medio de ese mar de llaves la correcta. Así es que vuelvo (intermitente, pero vuelvo), luego de una partida breve y silenciosa, esperando reencontrar pronto el feeling que alguna vez tuve con las palabras.