martes, febrero 14, 2006

El baúl de los no recuerdos

Era uno de mis últimos paseos por la vieja plaza y lo sabía, ese lugar era sinónimo de recuerdos para mí y me dolía profundamente aceptar que lo más probable era que ya no lo vería más. Como buena tarde de domingo, la plaza desbordaba de niños, unos jugando una pichangita, otros jugando a la pinta o al pillarse (o algo del estilo), los menos preferían el balancín, el resbalín o trepar por algunos de estas especies de enrejados de tubos, los más chicos jugaban haciendo cerritos de arenilla (tal vez no eran cerritos, quizás se trataba de alguna obra de fina repostería), los jovenes jugaban ping-pong en alguna de las mesas disponibles, y bueno, no faltaba la pareja de pololos adornando la escena.

En ese momento quería grabar tanto recuerdo como se pudiera en mi cabeza, curiosamente ante esta necesidad y como un acto reflejo, cerré mis ojos y al hacerlo comprendí porqué. Parado con los ojos cerrados podría haberme imaginado en cualquier otro lugar, pero no, eso era imposible estando en la plaza, las voces acopladas de los niños, los gritos de las madres intentando imponer sus reglas, la pelotita de ping-pong golpeando secuencialmente la mesa y la paleta, un grito de gol, el cuchicheo de los pololos, el cantar de unos pajarillos, el ruido de unos autos que pasan y el silencio que todo eso producía en mí, eran señal inequívoca de que estaba en la plaza, en mi queridisima plaza.

Una vez los ojos abiertos, y ya un poco cansado de miradas panorámicas, detuve el tiempo para buscar algo que me llamase la atención. Todo parecía tan de domingo en la plaza, que la busqueda fue un poco larga, pero finalmente, justo en frente mío, a un par de metros de distancia, encontré lo que estaba buscando. Dandome la espalda, sentados en una banca estaban un abuelo y su nieto (de unos seis años), la verdad en cierto modo no parecian abuelo y nieto, más bien parecian un par de abuelitos conversando acerca de la vida. A partir de entonces, me pusé a escuchar con detención lo que conversaban. El abuelo le contaba de toda la emoción que había sentido al verlo nacer, emoción que volvió a sentir el día en que lo vió caminar por primera vez, y cuando aprendió a decirle “tata”. El niño un tanto confundido le pregunto porqué él no se acordaba de eso. El abuelo respondió como si hubiese esperado toda la vida esa pregunta, le dijo algo así como “así como en la escuela estas aprendiendo a leer y a escribir, tu cabezita, dueña de recuerdos, ideas y todo cuanto te puedas imaginar, necesita de tiempo para aprender a recordar. En los años en que aprendias a hablar y a caminar, tu cabezita aún no tomaba suficientes cursos de recuerdos...”. El niño no menos confuso le pregunto si en un par de años más se acordaría de esta conversación, a lo que el abuelo le contestó que jamás la cabeza tomaba suficientes cursos de recuerdos, de modo que uno siempre olvidaba cosas, pero que a partir de cierto momento uno aprendía a recordar tanto como fuese necesario. Entonces, el niño preguntó donde se iban las cosas que uno no recordaba (buena pregunta me dije yo en ese momento), el abuelo respondió que todo lo que uno no recordaba se iba al baúl de los no recuerdos.

El abuelo decía que el baúl de los no recuerdos se encontraba en medio de un mar de llaves, todas muy parecidas, pero jamás iguales. Solo una de entre todas las llaves, tenía el poder de abrir dicho baúl. Según el abuelo, una vez que se abría el baúl una luz enceguecedora obligaba a cerrar los ojos. En ese momento todos los no recuerdos pertenecientes a la persona que abría el baúl, se alistaban en un orden cualquiera y comenzaban a pasar fugaces por su cabeza, no recuerdos en forma de imágen, sonido, sentires, etc.. La persona atacada por esta lluvia de no recuerdos muchas veces lloraba, al mismo tiempo que reia. Emoción, impacto, alegría... todas las sensaciones que uno pudiese imaginar eran potencialmente conjugables durante este temporal. Cuando el último no recuerdo hubo pasado, todos volvían al baúl, y a ellos se sumaba un nuevo no recuerdo, el no recuerdo de los no recuerdos. Entonces el baúl se cerraba enviando la llave al fondo del mar al cuál pertenecía. Recién en ese momento la persona podía abrir lo ojos, sin recordar nada de lo que venía de recordar, solo recordando el baúl, la sensación de haber recordado y en ocasiones un poco de alegría o pena inexplicable. A la hora de buscar el baúl para mostrarlo a otras personas o eventualmente para volver a utilizarlo, la victíma de sus poderes se daba cuenta de su ausencia. Los únicos enterados del nuevo camino hacia el baúl siempre serán los no recuerdos.

Ahí estabamos el abuelo y yo, sentados en la vieja banca, felices de que aquella conversación de hace ya casi veinte años, no se hubiese ido al baúl de los no recuerdos.

P.d: Este escrito va para mis abuelos (Papá de mi papá y papá de mi mamá), a los que por demorarme tanto en nacer, no alcanzé a conocer.

P.d: La pintura es de la pintora argentina Adriana Pascucci y se llama "recuerdos olvidados".

4 comentarios:

Estepario dijo...

muy bonito feñomeno. Yo también me he prguntado por ese lugar de los no recuerdos, y sigo buscando en mi cabeza, pero si se fueron ahi por algo sera no??

Feñomeno dijo...

mmmh, no deja de ser cierto, nada queda el azar en este extraño, caprichoso y maravilloso mundo.

Aveces nos hacemos demasiadas preguntas (eso me lo dijo alguien ayer), nos pasamos noches (dias, semanas...)enteras buscando respuestas intentando comprender lo que ya pasó, lo que está pasando, he imaginando lo que pasará en lugar de vivir, sentir, ...

Ya me pusé pela cables, un abrazo, y gracias por el post...

Anónimo dijo...

Lamento no tener nada mas interesante ni positivo que decir que me gusto mucho tu forma de narrativa. Es envolvente e intima... recuerdo que alguna vez me senti libre de divagar por mi mismo... es espantoso, pero lo unico honesto que se puede hacer... en fin...

De vez en cuando me dejare caer por estos lados.. pero no creo que muy seguido... time marches time, marches time without us all, never stops! (Helloween)

Fernando (pwr), From Chilito lindo, en un apestoso dia de Otoño/Invierno, Valparaiso... ni el mar salva... todo es inmovil... nada pasa.

Feñomeno dijo...

Mi queridísimo tocallo, todo un honor recibir un post tuyo ;).

Ojala sigas pasando, aunque sea de vez en cuando, es cierto que el tiempo es siempre una restricción ;).

Saludos de este Paris de primavera invernal...